Desde luego que el viernes 20 Donald Trump anunció una nueva era en el mundo, sin el liderazgo de Estados Unidos. Eso fue lo más preocupante de su primera alocución como presidente.
El país más poderoso de la tierra se encierra en un populismo que pasó de moda por no dar resultados: “una nueva visión gobernará nuestra tierra: primero Estados Unidos, luego Estados Unidos y después Estados Unidos”.
Esa visión es tan vieja como decir que la regla será “compre americano, contrate americano”.
Confirmó que es un presidente adversario de la globalización. Pero eso es como ir en contra de la ley de gravedad, suele decirse y es cierto.
Vamos a ver la cara de los ciudadanos estadounidenses cuando tengan que pagar mucho más por productos americanos que mexicanos o canadienses, y desembolsar más dólares por contratar americano y no francés o japonés.
Durante su breve discurso del viernes, Donald Trump no dijo nada más agresivo contra México de lo que ya había dicho en campaña.
Lo hemos oído decir muchas cosas, pero falta ver que haga cosas.
Revisar el TLCAN ya lo había expresado una y otra vez, y la orden ejecutiva posterior al discurso no tomó por sorpresa a nadie: vamos a renegociar el Tratado y si no es favorable a los intereses de Estados Unidos renunciaremos a él, dijo.
Eso puede decir mucho o nada. Por supuesto que el Tratado es benéfico para Estados Unidos. Y también para México y para Canadá.
Estados Unidos ha aumentado sus exportaciones hacia México en 478 por ciento desde que entró en vigor el TLCAN.
Lo que no sabemos es si considera positivo para su país lo que sea malo para los otros dos. Ahí los que dirían adiós al TLC serían México y Canadá.
Perdería Estados Unidos. Salvo que sus habitantes quieran coches más caros, verduras más caras, televisores más caros y frutas más caras.
En relación con México, Trump sigue siendo una interrogante acerca de si además de ladrar también va a morder.
“Vamos a proteger nuestras fronteras porque están robando nuestra prosperidad”, dijo al plantear su ataque a la inmigración ilegal.
Todo país tiene derecho a defenderse de la migración ilegal. No es nada nuevo, así ocurre en el mundo.
Y veo difícil que Trump logre superar los dos millones 800 mil migrantes que Barack Obama deportó en su administración.
Lo preocupante de su discurso fue la renuncia al liderazgo mundial de Estados Unidos, como baluarte de los valores de Occidente.
Se va a encerrar en lo económico y en lo político.
Estados Unidos se va a amurallar como empezaron a hacerlo los chinos hace dos mil 700 años y hoy se dan cuenta que la solución es abrirse.
“Subsidiamos a otros ejércitos”, dijo Trump, con la advertencia de que eso no volverá a suceder.
¿No necesita aliados militares, como los países integrantes de la OTAN? ¿Ni en el Medio Oriente? Dice que no.
China y Rusia deben estar frotándose las manos.
Sí, viene una nueva era para el mundo, con un Estados Unidos empequeñecido en la escena global.
Y una nueva era para Estados Unidos, populista y proteccionista: “La protección dará lugar a la prosperidad”, dijo. Y por supuesto, “estaremos protegidos por Dios”.
En cuanto a México, veremos si como ladra muerde.