Cuando Ronald Pipkins despertó del coma, no estaba seguro de por qué estaba en el hospital. Recuerda haber pensado que había estado en Alaska, pasando tiempo con su familia.
Fue entonces cuando los médicos le informaron que había estado en el hospital durante un mes y que era el “paciente cero” en la ahora furiosa batalla de Nevada contra el nuevo coronavirus.
Pipkins fue admitido en el Centro Médico VA de North Las Vegas el 2 de marzo. Tres días después, se convirtió en el primer caso presuntamente positivo en el estado de Nevada.
La noticia conmocionó a Pipkins, una vez que estuvo lo suficientemente consciente para escucharla.
“Durante el coma, sentía que demonios me mantenían atrapado, pero no se dieron cuenta de que se estaban metiendo con un Marine, y no podían hacer eso por mucho tiempo”, le relató Pipkins, de 55 años, al Las Vegas Review-Journal el jueves desde su cama en el hospital. “Era como una pesadilla que se repetía una y otra vez, y cuando terminó, me desperté”.
El soldado raso retirado de la Marina fue el primero de muchos nevadenses en pasar por la prueba. Hasta el jueves, el estado había informado de más de tres mil 300 casos de COVID-19 y 142 muertes.
La batalla de Pipkins contra la enfermedad fue difícil de ganar, y aún tiene un camino por recorrer para recuperarse completamente, pero los médicos dicen que su condición ha mejorado drásticamente: Ha dado dos veces negativo para el virus y ha sido trasladado de la unidad de cuidados intensivos.
Pronto será dado de alta y trasladado a un centro de rehabilitación.
“Voy a poner todo en espera ahora y dejar que mi salud sea mi prioridad”, comentó. “Tengo que poner en orden mis piernas para correr, y para cuando lo haga, estaré listo para una próxima carrera”.
“Nunca pensé en coronavirus”
Pipkins comenzó a experimentar síntomas a mediados de febrero, cuando visitó Seattle con su hijo, Ronald Jr., para ver la futura escuela del joven de 17 años en la Universidad Central de Washington.
Las últimas noches que estuvo allí, empezó a sentir frío y debilidad y le costaba mucho respirar. Cuando intentó hacer ejercicio, le costó completar su rutina. Bajó seis libras en cuatro días.
Aunque sabía que estaba enfermo, no pensó en la pandemia que asolaba Asia.
“Nunca pensé en coronavirus”, recuerda.
Cuando Pipkins llegó a la sala de emergencias, fue admitido inicialmente por neumonía. Cuando su fiebre subió a 107, los médicos le hicieron pruebas de COVID-19.
Al principio, los médicos del hospital de veteranos lo pusieron en un coma médicamente inducido para que el cuerpo de Pipkins pudiera preservar la energía necesaria para luchar contra el virus.
Su hija, Jaela, de 19 años, menciona que los médicos le reportaron que su padre podría tener que permanecer en diálisis diariamente porque sus riñones estaban fallando.
El 7 de marzo, el respirador que ayudaba a Pipkins a inhalar se puso a su nivel más alto, a menudo una señal de que un paciente está perdiendo la batalla contra una enfermedad respiratoria.
Mostró un poco de mejoría a la mañana siguiente pero se enfrentó a otra crisis horas más tarde cuando su respiración laboriosa aumentó a 36 respiraciones por minuto, muy por encima de la tasa normal de 12 a 20 por minuto.
“Fue como una montaña rusa. Lo peor fue ver su pecho siendo bombeado por el respirador”, recuerda Jaela Pipkins de las dos semanas en las que pudo ver a su padre a través de una mampara de cristal. Desde entonces, el hospital instituyó una política de no visitas para prevenir la propagación del virus.
“Todo el tiempo, no estaban seguros de todo lo relacionado con este virus, por lo que no pudieron darme ninguna respuesta definitiva”, señaló.
Camino a la recuperación
Pipkins se despertó del coma a finales de marzo y se puso más alerta en los días siguientes. Sus riñones comenzaron a recuperarse y le quitaron el respirador. Todavía necesita un tubo de alimentación, pero los médicos esperan quitárselo pronto.
Llama a las dos primeras semanas después de despertar “la oscuridad”.
“Me sentí como si estuviera en una zona de penumbra, como si estuviera en otro mundo”, describió el jueves. “Eso fue algo tortuoso. Rezaba constantemente porque sentía que Dios estaba conmigo.
“Creé este mundo en mi mente para mantenerme impulsado, para tener algo que esperar”.
Cada día desde entonces, ha obtenido más energía. Su trabajador social, el ex sargento del Ejército, Jim Powers, recalcó que la determinación de Pipkins y la del equipo médico contribuyeron a su recuperación.
“Si los pones juntos, siempre es una receta para el éxito, y se nota en él”, destacó Powers.
Pipkins habló con sus hijos por primera vez el 3 de abril, cuando Powers le facilitó una emotiva llamada vía FaceTime.
“Estoy orgulloso de ustedes, y los quiero”, les dijo, luchando por ser entendido.
“Tengo sed, quiero un helado y manzanas”, añadió.
Ahora Pipkins está mirando hacia otro hito: volver a casa.
“Solo quiero ver a mis hijos, darles abrazos y besos y cocinarles una fantástica comida gourmet”, aseveró.
Añadió que está agradecido de tener una familia que lo cuide, y sabe que no todo el mundo está tan bendecido.
“Sé que hay gente muriendo en todo el país, y rezo por ellos”, agregó Pipkins. “Muchas de estas personas están solas”.
Su familia creó un “GoFundMe” para ayudarle con sus gastos médicos y asegurar que reciba la mejor atención posible cuando sea dado de alta.
Hasta finales del jueves, los donantes habían contribuido con cuatro mil 500 dólares al fondo, que busca recaudar 100 mil dólares.