Miles de mexicanos se han movilizado para ayudar a los damnificados del terremoto del pasado martes, aunque en muchas ocasiones resulta complicado discernir cuándo su labor es útil o cuándo se convierte en un impedimento.
“Se agradece la solidaridad, pero en varios centros de acopio el tránsito de personas impide que protección civil pueda entrar y cumplir con su tarea”, explicó a Efe uno de los coordinadores de brigadistas en Ciudad de México, Alejandro Martín.
Ante la catástrofe, que ha causado (hasta el cierre de esta edición) 292 muertos y decenas de desaparecidos, “todos quieren hacer algo”, afirma Martín, que cuenta que “hacen falta manos para sacar escombros”, pero también repartir alimentos y agua.
Agregó que la especialización es útil en estos casos pues son bienvenidos “ingenieros civiles” que comprueben las estructuras o personal con “capacitación paramédica”.
“Vienen todo tipo de personas y algunas no están capacitadas y desgraciadamente pueden representar para nosotros algún tipo de riesgo en lugar de una ayuda”, indicó, tras subrayar que la autoridades están “filtrando la ayuda para que no represente un riesgo mayor”.
Lérida Pérez, una joven que lleva varios días ejerciendo el voluntariado, expresó a Efe su frustración por los impedimentos de las autoridades a los voluntarios de la sociedad civil.
“Todos estos policías que vemos aquí no tienen ninguna función sino simplemente decir no a todo”, se lamenta.
“Se ve muchísima ayuda pero no de manera organizada”, se queja al destacar que la gente llega “con toda la disposición del mundo”, pero no existe un orden específico.
Entre el caos, junto a los edificios derruidos con personas todavía atrapadas, se encuentra “Gabo”, un brigadista que sirve de punto de enlace entre las autoridades y la sociedad civil.
Porta un chaleco y un casco de protección, ambos rotulados con su nombre. Gabo trata de poner orden.
“¡Requerimos dos médicos y dos paramédicos!” grita con la mirada templada, mientras observa a las personas condensadas en la calle.
Gabo habla a sus colaboradores de que necesitan gente pero requieren de cierto orden porque si no “esto se vuelve un caos”.
“Si tienen horario restringido porque tienen que hacer otra actividad absténganse de registrarse”, vocifera a la muchedumbre.
Ahora mismo, se requiere de gente “con disponibilidad de mínimo 18 a 24 horas”.
El brigadista pide después a uno de sus compañeros que le traigan cinta adhesiva para identificar a los que vienen a ayudar.
“No podemos pedir organización allá adentro si no tenemos organización aquí fuera”, asegura a sus colaboradores.
Raquel Miserachi, brigadista de la colonia Roma que lleva ayudando desde que sucedió el sismo- de magnitud 7.1 en la escala de Richter- dice a Efe que en ocasiones la voluntad de la gente es como “salir a correr en círculos pero también es de mucha ayuda”.
La joven destaca que la gente ya ha adquirido “esa conciencia” de que hay muchos ayudando y por ello tratan de no estorbar.
La ayuda nunca es poca porque “por las noches vuelve a faltar gente”.
Miserachi diferenció entre gente que necesita “que le digan qué hacer” y gente que nada más llegar al centro de acopio “automáticamente se ponen a organizar”.
Ante las dificultades entre las que se encuentra la sociedad civil para ayudar, surgen las iniciativas al margen de las autoridades.
Tal es el caso de los fisioterapeutas que lidera Jose Luis Alcántara, que se sitúan en las inmediaciones de dos edificios derribados en la colonia Roma, con personas aún esperando ser socorridas.
Ellos han decidido brindar atención a los brigadistas que salen cansados, “con heridas abiertas”.
“El hecho de que puedan venir con nosotros y brindarles atención primaria (…) es una buena manera de solventar las cosas”, concluye.