Wilfred Tebah no siente rencor hacia Estados Unidos por otorgar rápidamente protecciones humanitarias a los ucranianos que escapan de la devastadora invasión rusa a su país.
Pero Tebah, de 27 años y que escapó de su país durante un conflicto allí, se pregunta qué habría pasado si los millones que huyen de la nación de Europa oriental tuviesen un color diferente.
Cuando Estados Unidos se apresta a recibir a decenas de miles de ucranianos que huyen de la guerra, el país sigue deportando a numerosos refugiados africanos y caribeños de regreso a países inestables y violentos en los que enfrentan tortura, violación, arrestos arbitrarios y otros abusos.
“No les importa el hombre negro”, dijo el residente de Columbus, Ohio, refiriéndose a los políticos estadounidenses. “La diferencia es realmente clara. Ellos saben lo que está sucediendo allá y han decidido cerrar ojos y oídos”.
Las preocupaciones de Tebah evoca las protestas contra la rápida expulsión de refugiados haitianos que cruzaban la frontera el verano pasado sin oportunidad de pedir asilo, aparte de la fría recepción que los refugiados de África y el Oriente Medio han enfrentado en Europa occidental en comparación con la recepción entusiasta que esos países han brindado a los ucranianos desplazados.
En marzo, cuando el presidente Joe Biden anunció que abría las puertas a 100,000 refugiados ucranianos, otorgando el Estatus Protegido Temporal (TPS) a otros 30,000 ya en Estados Unidos y frenando las deportaciones de ucranianos, dos legisladores demócratas aprovecharon la ocasión para pedir consideraciones humanitarias similares para los haitianos.
“Hay razones para extender el mismo nivel de compasión”, le escribieron los representantes Ayanna Pressley y Mondaire Jones al gobierno, apuntando que más de 20,000 de haitianos han sido deportados pese a la persistente inestabilidad tras el asesinato del presidente de Haití y un poderoso terremoto.
Los defensores de los cameruneses han incrementado también sus llamados de socorro humanitario, protestando delante de la residencia en Washington del secretario de Seguridad Nacional Alejandro Mayorkas y las oficinas de congresistas prominentes este mes.
Al mismo tiempo, centenares de miles de cameruneses han sido desplazados en años recientes por una guerra civil entre su gobierno francófono y separatistas anglófonos, ataques del grupo terrorista Boko Haram y otros conflictos.
Human Rights Watch dijo en un reporte en febrero que muchos cameruneses deportados de Estados Unidos sufrieron persecución y violaciones de sus derechos humanos al regresar.
Tebah, un importante miembro del Consejo Camerunés Estadounidense, un grupo de activistas que organiza protestas para este mes, dijo que esa es una suerte que él espera evadir.
Oriundo del noroeste angloparlante del país, dijo que fue calificado de separatista y aprehendido por el gobierno debido a su activismo como estudiante universitario. Tebah dice que consiguió escapar, como lo han hecho muchos de sus compatriotas, volando a Latinoamérica, viajando por tierra a la frontera México-Estados Unidos y solicitado asilo en el 2019.
“Yo seré encarcelado, torturado y asesinado si me deportan”, dijo. “Estoy muy asustado. Como ser humano, mi vida importa también”.
El Departamento de Seguridad Nacional, que está a cargo del TPS y otros programas humanitarios, se negó a responder a las quejas de racismo en la política de inmigración de Estados Unidos. Se negó a decir además si estaba ponderando otorgar TPS a cameruneses u otros africanos, diciendo en una declaración escrita solamente que continuará “monitoreando las condiciones en varios países”.
Apuntó, no obstante, que ha emitido recientemente designaciones de TPS para Haití, Somalia, Sudán y Sudán del Sur, aparte de a más de 75,000 afganos residentes en Estados Unidos tras el regreso del Talibán a poder en su país. Los haitianos están entre los mayores beneficiarios del TPS, con más de 40,000 actualmente con el estatus.
Otros países con TPS son Myanmar, Honduras, Nepal, Nicaragua, Siria, Venezuela y Yemen y la mayoría de los casi 320,000 con el estatus provienen de El Salvador.
Lisa Parisio, que ayudó a lanzar Catholics Against Racism in Immigration, dice que el programa pudiera proteger fácilmente a millones de refugiados más que escapan de peligros, pero históricamente ha sido subutilizado y politizado.
TPS, que provee permisos de trabajo y protección de deportación por hasta 18 meses, no tiene límites para cuántos países o personas pueden ser colocadas en el programa, dice Parisio, que es la directora de defensa para la Catholic Legal Immigration Network.
Pero el expresidente Donald Trump, en sus gestiones para restringir la inmigración, redujo el TPS, permitiendo que expirasen las designaciones para Liberia, Sierra Leona y Guinea.
Aunque programas como el TPS brindan protecciones fundamentales a refugiados vulnerables, pueden dejar también a muchos en un limbo legal durante años, sin proveerles una vía a la naturalización, dijo Karla Morales, una salvadoreña de 24 años que ha estado en el TPS casi toda su vida.
“Es absurdo considerar temporales 20 años en este país”, dijo la estudiante de enfermería de la Universidad de Massachusetts en Boston. “Necesitamos validación de que el trabajo que realizamos es apreciado y de que nuestras vidas tienen valor”.
Al menos en el caso de Ucrania, Biden parece motivado por objetivos amplios de política exterior en Europa, no por sesgo racial, dice María Cristina García, profesora de historia en la Universidad Cornell en Ithaca, Nueva York.
Pero Tom Wong, director del U.S. Immigration Policy Center en la Universidad de California, San Diego, dijo que las disparidades raciales no podrían ser más claras.
“Estados Unidos ha respondido sin titubeos extendiendo protecciones humanitarias a refugiados predominantemente blancos y europeos”, dijo. “Mientras tanto, personas de color de África, el Oriente Medio y Asia siguen languideciendo”.
Aparte de Camerún, los defensores de los inmigrantes argumentan también que los refugiados del Congo y Etiopía deberían poder recibir protecciones humanitarias debido a sus conflictos actuales, al igual que Mauritania, donde aún existe la esclavitud.
Y se quejan de que se exime a los solicitantes ucranianos de asilo de los límites establecidos para prevenir la diseminación del COVID-19, mientras que los de otras naciones son rechazados.
“El dolor negro y el sufrimiento negro no reciben la misma atención”, dice Sylvie Bello, fundadora del Consejo Camerunés Estadounidense, con sede en Washington. “El mismo sentimiento anti negro que permea la vida estadounidense permea la política estadounidense de inmigración”.
Vera Arnot, una ucraniana residente en Boston que pondera solicitar TPS, dice que no sabía mucho sobre el estatus especial hasta que comenzó la guerra y no estaba al tanto de las preocupaciones de los inmigrantes de color. Pero la estudiante del Berklee College of Music espera que el socorro sea extendido a otras naciones que lo merecen.
Arnot dice que el TPS le ayudaría a buscar trabajo fuera del campus con mejor pago para no tener que depender de la ayuda de su familia, cuando a mayoría de las personas en Ucrania han perdido sus empleos debido a la guerra.
“Los ucranianos no estamos acostumbrados a depender de otros”, dijo. “Queremos trabajar. No queremos ayuda social”.
Para Tebah, que vive con familiares en Ohio, el TPS le facilitaría abrir una cuenta bancaria, obtener una licencia de para conducir y buscar mejor empleo mientras espera una decisión sobre asilo.
“Continuaremos rogando, pidiendo”, dijo Tebah. “Estamos en peligro. Queremos enfatizarlo. Y solamente TPS para Camerún nos ayudaría a salir de ese peligro. Es muy necesario”.