Desierto es un thriller escueto y tajante. Su conflicto es elemental y sus personajes están dibujados con pinceladas burdas.
El director Jonás Cuarón, hijo del aclamado cineasta Alfonso Cuarón, se inspira en los motivos primigenios de Gravity. (Él escribió el guión de esa película con su padre).
Pero en vez de ciencia ficción, esta historia terrenal transmite un mensaje político punzante, y de una manera no muy sutil que digamos.
Una van cruza el desierto. A bordo, Moisés (Gael García Bernal) y una docena de hombres y mujeres tratan de cruzar la frontera a Estados Unidos.
La camioneta se descompone, y entonces se ven obligados a continuar su camino a pie.
En el lado estadounidense, los espera Sam (Jeffrey Dean Morgan) con un rifle de alto poder.
Los inmigrantes ilegales lo exasperan, y reporta las huellas a las autoridades, que solo demuestran indiferencia. Por eso, cuando Sam detecta al pequeño grupo de migrantes, él mismo se hace cargo del asunto.
Los mata uno a uno; pero unos pocos logran escapar.
La película es una cacería incesante, donde unos inocentes tratar de evadir a su perseguidor.
Desierto da igualdad de tiempo a Moisés y a Sam, y establece apenas la suficiente trama de fondo para entender quienes son.
Sam no es simplemente un villano deplorable, sino un alma rota que desfoga su rabia en sus víctimas.
Moisés no solo es un inmigrante indocumentado, sino un padre considerado cuya empatía constantemente es puesta a prueba.
La persecución es extenuante, casi como si el desierto fuera un personaje del film; pero hay momentos de diálogo en que los héroes y el villano evolucionan de caricatura a persona.