El tobogán rojo, grande y curvilíneo, atrae con sus bucles como si fuera un popote rojo.
“Tienes que bajar por el tobogán”, nos dice nuestro guía. “Es un rito de iniciación”.
“Invitamos a la gente a que se deslice”, explica. “Queremos que se sumerjan inmediatamente en este mundo de juego”.
Al bajar por el tobogán, los niveles de adrenalina pretenden seguir la trayectoria contraria: subir, subir, subir.
En unos segundos, sales disparado hacia dos lugares simultáneamente.
El primero: un país de las maravillas de 15 mil pies cuadrados de colores brillantes, con laberintos inflables, un cactus para practicar tiro al blanco y grandes fichas de póker que se balancean para que las esquives, si tienes la destreza para hacerlo.
La segunda (para adultos): una manifestación física de la sensación de ser un niño jugando.
¿Cuál es la diferencia entre aquellos días de infancia y ahora?
Aquí hay cerveza.
Entra al Play Playground, un nuevo “bar inmersivo gamificado” en el Luxor, diseñado para adultos, niños y adultos que quieren volver a actuar como niños.
“Queremos devolver a los adultos la emoción de la infancia”, explica Jennifer Worthingon, cofundadora de Play Playground y nuestra guía turística. “Creo que eso es más o menos lo que pretendemos”.
Castillos inflables para adultos, bebidas para adultos
“¿Has estado en un castillo inflable de nuevo desde que eras niño?”. pregunta Worthington, planteando una pregunta que está en el corazón de la experiencia que se ofrece. “Solo tengo que decirte que, como adulto, es divertidísimo”.
No tienes por qué confiar solo en su palabra: dicha atracción es solo una de las 20 que hay aquí.
En una era dominada por el entretenimiento digital, donde gran parte de la acción se desarrolla en pantallas que activan la vista más que las habilidades motoras, la idea que impulsa Play Playground es volver a lo táctil, lo tangible, lo práctico.
“No hay realidad virtual, no hay juegos arcade”, señala Worthington. “Queríamos recrear esa emoción de la infancia de tocar y sentir y patear, como cuando éramos niños, jugando a juegos de mesa”.
Esto significa, entre otras muchas cosas, ponerse un body de velcro, subirse a un trampolín y lanzarse contra una diana de velcro en el Bullseye Bounce; correr para colocar piezas de rompecabezas con forma de corazón y helado en el Perfect Popper antes de que se acabe el tiempo y el rompecabezas haga ¡kablam! y explote; e intentar extraer huesos de la mascota de Play Playground, Play Pal, con un juego similar en tamaño real del zumbante juego de mesa ” Operation”.
Las atracciones son grandes e intuitivas. Cuando las miras, sabes inmediatamente lo que tienes que hacer, sin necesidad de instrucciones.
Esto es así por diseño.
“Queríamos que nuestros juegos no requirieran muchas explicaciones”, dice Worthington. “Son juegos que recuerdan ligeramente a otros, juegos a los que quizá hayas jugado en tu infancia, y nosotros solo los hemos reimaginado. Queremos que la gente pueda ir de un juego a otro”.
También quieren que los juegos fomenten el sentido de la competencia comunitaria: casi todos los juegos son multijugador, y algunos admiten hasta ocho participantes. En las partidas multijugador, todo el mundo acumula los mismos puntos y anota en una gran tabla de clasificación para fomentar la mentalidad de equipo.
“Cuando tú y yo empezamos a jugar juntos a un juego, y yo te grito a ti, y tú me gritas a mí, y lo celebramos, hay algo extraordinariamente vinculante en ello”, señala Worthington.
La inauguración de Play Playground a las 5 p.m. del viernes 226 de enero marca la culminación de un viaje de cuatro años y medio, ya que el proyecto comenzó antes de la pandemia, por lo que se pospuso su construcción.
Pasear por el amplio local, de dos pisos, es como ser engullido por un arco iris, todo inundado de color, desde su luminoso bar hasta el brillante pasillo que es Ringer Run, un juego en el que hay que guiar un anillo por una pista serpenteante sin tocar dicha pista (es más difícil de lo que parece).
Es mucho para asimilar, está diseñado para una experiencia de unos 90 minutos en la que se puede participar en todo y hacer una pausa en la vida adulta, a excepción de tomarte un coctel, quizá.
“Si podemos darte una hora de juego para que te olvides de tus problemas”, dice Worthington, “y vuelvas a sentir la misma alegría que cuando corrías por el parque siendo niño, desde los columpios al tobogán y al gimnasio, sin pensar en nada, solo divirtiéndote, eso es lo que pretendemos”.