Jerry Jones no dio sorpresas ni intentó descubrir el “agua tibia” en la primera ronda del draft de la NFL.
Todos saben de las necesidades defensivas de sus Dallas Cowboys y reclutó en la posición global 28 al que consideró el mejor “caza mariscales” disponible en ese momento, Taco Charlton.
El liniero defensivo, que mide seis pies y seis pulgadas con 277 libras de peso, dijo que incluso Jones ya le había prometido que si aún estaba disponible cuando llegara el turno de Dallas, iba a reclutarlo en el draft. Los Cowboys realizaron un movimiento inteligente en un reclutamiento colegial cargado de talento, se supone, de linieros defensivos y perímetro; sus dos necesidades primarias.
Jones seguramente tuvo que aguantar las ganas de intentar negociar e ir por jugadores de mayor perfil, como el ala defensiva de Alabama Jonathan Allen, a quien ni siquiera invitó a entrevistas previas al draft porque ni en sueños pensó que iba a llegar a la parte media de la primera ronda.
En realidad, seguro de nueva cuenta fue Will McClay, el director de búsqueda de talento, y su hijo Stephen, junto al entrenador en jefe Jason Garrett, quienes tuvieron que calmar sus ansias y esperar paciente a que llegara su turno.
Charlton mejoró con el tiempo en su carrera colegial, incluso en su último año sumó 9.5 capturas, incluidas 5.5 en sus cinco partidos finales, y fue una de las principales razones por las que los Michigan Wolverines fueron contendientes al título nacional todo el año.
Es rápido y agresivo, algo de lo que los Cowboys carecen entre los pocos veteranos que quedaron después de la limpieza en agencia libre. Sólo están como alas defesivas DeMarcus Lawrence, quien hasta el momento ha fallado a las expectativas de una selección de segunda ronda hace par de años, y Tyron Crawford, que jugó mejor de lo esperado como ala izquierda, pero tampoco sumó capturas, ni presión, a la altura de las necesidades.