Durante décadas el Estadio Olímpico de Montreal ha sido el sello arquitectónico de la ciudad: una imagen de postal conocida en todo el mundo. Pero, para los lugareños, el curvado platillo de concreto que domina la parte oriental de la ciudad también ha sido un recuerdo amargo de la deuda, corrupción y atrasos de construcción que casi le costaron las Olimpiadas a la ciudad en 1976.
Los costos finales de construir el parque resultaron ser más de tres veces de los 300 millones de dólares (de fondos del estado) una vez proyectados por el carismático alcalde Jean Drapeau, quien logró traer las Olimpiadas a la ciudad después de una sumamente exitosa Feria Mundial en 1967. La torre inclinada al lado del Estadio fue completada una década después de que terminaron los Juegos. El techo retráctil también fue terminado 10 años tarde y tendía más a romperse que a retraerse con éxito.
Pero, a medida que la ciudad celebra el cuadragésimo aniversario de las Olimpiadas en Montreal, hay un aire sorprendente de optimismo en cuanto a La Gran Deuda, el recuerdo cívico más prominente de los Juegos Olímpicos de 1976. Una campaña de renovación liderada por la agencia de administración del parque ha invertido unos 7 millones de dólares para renovar un malecón que queda fuera del Estadio y unos 5 millones de dólares para restaurar la torre, la cual ahora cuenta con un sistema de iluminación exterior de última generación y un observatorio renovado. Desde que estas mejoras se iniciaron en 2012, el estadio ha sido la sede de cientos de eventos cada verano, entre ellos juegos individuales de béisbol y fútbol, conciertos al aire libre, reuniones de camiones de comida y festivales de deportes extremos. Las autoridades calculan que aproximadamente 570,000 personas visitaron al Estadio Olímpico en 2015: se trata de más del doble la cantidad de visitantes de 2011.