Todos los domingos desde hace más de 30 años, Las Naciones Unidas celebran una sección permanente, haciendo lo que mejor saben hacer, jugar al fútbol, y al final parrillada incluida. En el Community Park de Summerlin, más de treinta veteranos de diversas partes del mundo (varios de ellos cuentan más de 70 años en el almanaque de sus vidas), llueva o truene, haga frío o calor, se calzan sus pantalones cortos y salen a disfrutar de la vida. Con una sonrisa irrepetible, el argentino abraza al inglés, y el costarricense al ruso, como si hicieran años que no se ven.
Cuando nos acercamos a Jerry Roth, un alemán que vive en nuestra ciudad desde 1976 nos dijo: “solo el fútbol puede lograr que más de veinte nacionalidades nos reunamos todos los domingos”, y propuso “¿qué tal si los líderes de todo el mundo se juntaran todos los fines de semana, dejando de lado las fronteras políticas y religiosas”?
Hace un siglo, el día de Navidad, enemigos alemanes y británicos salieron de sus trincheras durante la Primera Guerra Mundial, e incursionaron en tierra de nadie en el frente de batalla, en una tregua extraoficial entre los soldados. En algún momento, alguien sacó una pelota de goma, y empezó un partido de fútbol, en el mismo lugar donde se produjeron algunas de las más sangrientas batallas durante la guerra.
No hace mucho, el marfileño Drogba, jugador del Chelsea, acabó con una guerra civil en su país; en otra ocasión, Pelé consiguió que la guerrilla en Nigeria, decretara una tregua para que la gente pudiera verlo jugar. Claros ejemplos de que el fútbol es una de las pocas cosas que puede zanjar las diferencias entre la gente. Y esa magia que puede transmitir un balón de fútbol, fue la que vimos el domingo bajo la lluvia en el parque de Summelin. Este fin de semana, el equipo North Beach, de jugadores mayores de 60 años, se presentará como todo los años a representar a nuestra ciudad.
Cuando comience La King Cup, torneo de tres días a jugarse en nuestra ciudad, con 200 equipos de América, México y Canadá.