Ya habían acordado desde la noche anterior a qué hora se iban a encontrar, donde se sentarían y que iban a pedir de desayuno. Los hermanos Mattiello tenían todo fríamente calculado menos lo que iba a suceder en el Estadio Mineirao de Belo Horizonte, en el partido que jugarían las selecciones de Irán y Argentina definiendo el grupo F del Mundial Brasil 2014. Desde muy temprano El Rincón de Buenos Aires explotaba; las camisetas argentinas se podían ver colgadas hasta en las paredes. Cuando por fin encontramos un lugar donde ubicar nuestra cámara, la misión era conseguir que alguna mesera nos traje un café. “Aguántame que en seguida te atiendo” me dijo Alejandra, quien amablemente trataba de complacer a todos, en medio de un griterío infernal. Las 6 pantallas de alta definición informaban lo que hacía Lionel Messi y 10 más. Un montón de súper estrellas argentinas mal distribuidas en el campo de juego, contra 11 ilustres desconocidos, que con el paso de los minutos pasaron a ser lo héroes de la jornada. En medio de aquella locura colectiva de hinchas argentinos, Mirta Chumbley y Celeste Mattiello trataban de colgar una enorme bandera argentina, mientras los minutos pasaban y su selección se desdibujaba mas dentro del campo de juego. El chiquito Romero en la portería argentina y Rahman Ahmad en la de Irán, pasaban a ser los más exigidos del encuentro. Para colmo de males, Zabaleta cruza a un delantero rival y le comete penal con la complicidad del árbitro central, mientras un infiltrado dentro de los argentinos nos dice: “Estos pusieron el grito en el cielo cuando le regalaron aquel penal a Brasil y ahora miran para otro lado”, haciendo clara alusión a los argentinos que gritaban en coro “levantate boludooooo que no pasó nada”. Por fin, cuando ya el tiempo se había cumplido, cuando se jugaba tiempo de descuento, apareció Messi, ‘El Mesías’, ‘El Elegido del Fútbol Mundial’ que con un quiebre de cintura y un zurdazo salvador, alivió la frustración de todos.