(Columna)
Todos los domingos, a las 9 de la mañana en el parque Charlie Frías, ubicado en Tropicana y Decatur, un grupo de más de 60 niños junto a sus padres, se reúnen para hacer un poco de actividad física, y finalizar la mañana con una cascarita de fútbol, según nos cuenta Ricardo Mayorga González, entrenador deportivo del equipo de fútbol de Azul Blue y encargado de actividades físicas de estos niños con necesidades especiales.
“Azul-Blue se fundó en el año 2011, y desde entonces, seguimos creciendo en una forma desmedida,” nos cuenta Mallorga, quien se toma un respiro después de activar todos sus sentidos para ayudar con la colocación de las redes, conos de colores, y una cantidad enorme de balones que no paran de correr sobre el campo verde, alegrando el alma de los niños. Cuando quisimos saber, que lo había movido a tremenda obra en favor de este grupo de niños bajo el síndrome de autismo, Ricardo nos confesó,
“Mi esposa Carla y yo somos padres de un niño de 7 años con autismo. En nuestro caso particular, el autismo se diagnosticó antes de los 3 años. Los primeros síntomas se manifestaron cuando comenzó a dejar de usar algunas palabras que ya sabía, dejó de mirarnos a los ojos, y se encerró en su mundo” dijo Ricardo.
De regreso al campo de juego, una de las cosas que más nos llamó la atención, fue la tremenda unión de los padres, alentando a los niños en cada intento, abrazándolos después de patear el balón, y sufriendo en cada fallido intento. Más adelante, repartiendo aguas y algunas tortas de jamón y queso, nos encontramos con una muy activa Olivia Espinoza (Directora Ejecutiva de Azul-Blue) -Unidos por el Autismo- Una asociación sin fines de lucro desde hace 3 meses.