Aquella mañana de otoño, habíamos quedado de encontrarnos después que terminara su práctica diaria de baloncesto. Cansado y sediento, pero con una sonrisa pintada en el rostro, despidió hasta el último de sus compañeros de equipo, y se acercó adonde lo estabamos esperando, para conocer más de cerca a aquel deportista amateur que sueña llegar a profesional. Con sólo 19 años de edad, Alfonso Sánchez pareciera que tiene dos personalidades para enfrentar la vida; la tímida y poco comunicativa de adolescente de origen oaxaqueño que muestra fuera de la cancha, y la del tremendo defensor que roba rebotes, pasa y encesta a alta velocidad cuando se viste de basquetbolista.
Minutos antes de terminar la práctica, y mientras se jugaban los últimos minutos de un emocionante enfrentamiento, pudimos hablar con Isaías Sánchez, padre de Alfonso, quien nos contó cómo llegó a los Estados Unidos, lugar donde nació esta pasión familiar por el baloncesto, y la forma en como ha ido pasando de una generación a otra.
“Nací en la ciudad de Tlaxiaco, en el Estado de Oaxaca, México, donde la mayoría de la gente se dedica a la plantación del maíz, frijol, y donde se habla un dialecto llamado Mixteco. En 1990, dejé mi pueblo en busca de nuevos horizontes, llegué a California, y conseguí trabajo en la recolección de moras y fresas.
Un año más tarde, cansado de la explotación y los abusos, dejé los campos y me fui a Kailua, en la isla de Kona, Hawaii. Ahí comencé a trabajar como cocinero, conocí a María Del Rosario Guzmán, mi actual esposa y madre de mis cuatro hijos, quien es oriunda del Estado de Guanajuato”, nos cuenta Isaías, que no se pierde un sólo detalle de los movimientos de su hijo, quien hace las delicias de los que estamos observando el partido.
Ya frente a nosotros y para comenzar la entrevista, Alfonso se quitó la capa de superhéroe, y se puso la de adolescente tímido, pero teniendo bien claras sus ideas a la hora de responder, no comenta acerca de su trayectoria. “Nací en Honolulu, Hawaii, y desde que tuve uso de razón he visto a mi padre jugar baloncesto.
La primera pelota, me la trajeron Los Reyes Magos un 6 de enero, cuando tenía solo 3 años de edad”, recuerda Alfonso, mientras se quita el calzado, y guarda la pelota, que a lo largo del partido fue su socia inseparable para dejar de boca abierta a la concurrencia. Ya avanzada la conversación agregó, “en la actualidad estoy asistiendo al Comunity College para graduarme de Técnico en Computación, mientras trabajo de Life Guard (Salvavidas) en un hotel local. Ya para terminar, no se quiso olvidar de Makayla, una jovencita que le quita el sueño, mientras reconoció a sus padres como los ídolos y modelos a seguir.
En los próximos meses, tratará de ingresar al equipo de baloncesto de UNLV, sin dejar de lado un proyecto, para ayudar a niños más necesitados a cumplir sus metas a través del deporte.