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A solas con Miguel Ángel Díaz

Cuando llegué al Restaurant Luciano’s Garden de Pecos y Russell, él ya estaba ahí. Y es que el día anterior habíamos concertado una entrevista exclusiva con quien al día siguiente seria premiado como, el entrenador del año del Boxeo Mundial en el Salón de la Fama. “Quien te dio mi teléfono pibe?” me preguntó, -su amigo Carlos Gretter-le dije. “Es que me estoy poniendo viejo, y se me olvida lo que hice ayer” me respondió, mientras revolvía la cuchara en el expresso que le había servido el mesero Néstor, quien lo miraba con admiración, mientras que yo, después de tantos años de vivir en esta ciudad, me estaba dando el lujo de entrevistar a una de las personas con más autoridad, dentro del deporte de las narices chatas. Fue entonces que empezó a contarme de donde venia y a donde había llegado.

“Nací en el Hospital Rivadavia, en Buenos Aires, Argentina, el 21 de Febrero de 1938. Mi padre fue boxeador, y cuando terminó su carrera allá por el 1934, se dedicó a la promoción de boxeadores. Trabajó en el gimnasio Santa Paula de Vicente López, y en 1955 regresó al Luna Park, escenario histórico del boxeo en Argentina y el mundo, recordaba Miguel, haciendo un alto en su relato para atender una llamada de alguien que del otro lado le hablaba en italiano. -Ciao, che mi parla?-, le dijo a su interlocutor que seguramente lo llamaba desde Europa para hacerle una consulta profesional.

Tan pronto como hubo terminado, reiniciamos (expresso de por medio) aquella jugosa charla, tratando de remontarnos a sus inicios.”Con un padre boxeador, entrenador y promotor, a los 8 años yo ya estaba metido en el mundo del boxeo. Cuando tenía 17 años, 26 peleas amateur y estaba por hacer la 27, mi padre me dijo “Se acabo el boxeo para vos pibe”. Al año siguiente, ingresó en la Universidad donde cursó Introducción al derecho y derecho político, un año más tarde, abandonó sus sueños de abogado, y enfrentó otras peleas que le presentó la vida. “Empecé a trabajar de fotógrafo, vendiendo fotos de 5 poses” recuerda Miguel, que se emociona al recordarlo. “Yo iba casa por casa, ofreciendo aquel fotomontaje que era toda una novedad para la época. Me casé con mi actual esposa en el año 61, y abrimos con mi cuñado una fiambrería en un mercado de León Suarez. Al año siguiente, mi cuñado se vino a vivir a este país, y nos envió unas fotos frente a un televisor/radio y tocadiscos, y otra con la imagen de ellos dos, montados en un auto Mercuri del 62. Fue ahí donde me dije: “Si este boludo tiene todo eso, que es lo que no puedo tener yo?” a lo que termina agregando, “Lo único que no me aclaró, es que lo debía todo y que los estaba pagando en cuotas”.

La próxima semana, continuaremos narrando la apasionante historia de vida de Miguel Díaz, un verdadero Orgullo hispano. De sus comienzo en el boxeo profesional, y de su brillante carrera, reconocida días atrás en El Salón de la Fama de nuestra ciudad.

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