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El huerto de calabazas está abierto en Gilcrease Orchard en Las Vegas

El letrero cerca de los mostradores de Gilcrease Orchard anunciaba flores de calabaza a 25 centavos cada una. Pero, aunque había muestras de sidras frías de manzana y pera y bolsas de palomitas de maíz cerca, no había a la vista ninguna flor de calabaza. ¿Dónde estaban? Preguntó un visitante.

“En la calabaza”, bromeó Mona Rivero con una sonrisa irónica. “Somos un huerto que motivamos a que tú recolectes”.

Miles de personas visitan este oasis agrícola de 60 acres cada año. Mientras que los cultivos comerciales abundaban en partes del valle de Las Vegas hace décadas, hoy el huerto es un ejemplo duradero de lo que la naturaleza pretendía.

A veces, comentó el director del huerto Mark Ruben, eso se vuelve un poco confuso para los visitantes. A fines de septiembre, estaba teniendo dificultades para desalentar a la gente de recolectar manzanas Pink Lady. Esas no maduran hasta mediados de octubre, y una manzana no puede madurar arrancada de su árbol.

“Cuando van a las tiendas, todo lo que ven ya está listo para consumirse”, comparó Ruben. “Vienen aquí, lo ven y piensan que también todo está listo”.

Brittany Thompson y su hija de ocho años, Raelynn, estuvieron allí una mañana reciente con un grupo de 12 personas de su iglesia.

“Es un buen lugar educativo para entender cómo funciona la naturaleza”, indicó Thompson. La lección no se le olvidó a Raelynn, quien acababa de encontrar su primer manzano dando fruto. También escuchó con gran atención mientras un trabajador, con la ayuda de una colmena de vidrio de dos lados, explicaba “La vida y los tiempos de los abejorros” y el papel vital que desempeñan en la agricultura.

“Debí haber traído una libreta”, dijo Raelynn.

Cerca de allí, un grupo de unos 150 padres e hijos en una excursión de la Academia Shenker en Summerlin, se estaban preparando para ingresar al laberinto de paja, un lanzamiento de bienvenida en un día que había comenzado con una presentación en el anfiteatro del huerto sobre abejas, dirigido por Julie Baird. Después del programa, subieron a los vehículos para un recorrido por el huerto, seguido de la oportunidad de jugar en el laberinto de paja, ver gallinas y una tortuga del desierto y visitar un huerto de calabazas reservado solo para ellos.

“Creo que muchos niños pasan demasiado tiempo frente al televisor”, opinó Baird. “Es bueno para ellos salir y ver cómo funciona nuestro suministro de alimentos”.

Y, ocasionalmente, apesta. Joey Guttman, de cuatro y medio años, arrugó la nariz mientras tocaba una porción de tierra sospechosamente densa y le preguntó a su madre, Samantha: “¿Qué es ese olor?”

“Estamos en una granja”, respondió ella.

Gilcrease originalmente era una empresa activa y en crecimiento, una granja trabajada por la familia del mismo nombre a partir de la década de 1920. En una entrevista de 2002, Ted Gilcrease, quien murió al año siguiente, declaró que sus padres, Leonard y Elda, junto con Ted y su hermano, Bill, llegaron a Las Vegas en 1920. Aunque tenían 960 acres, la escasez de suministros de agua significaba que podían cultivar solo alrededor de 60, y como el pequeño pueblo de menos de cinco mil personas no podía soportar una operación de frutas y verduras, se ramificaron en alfalfa y granos.

Con los albores de la Gran Depresión, Leonard quería regresar a California, pero Elda decidió quedarse porque la tierra significaba seguridad. Ted Gilcrease se encontró ejecutando toda la operación a los 16 años. El desarrollo de los recursos hídricos eventualmente les permitió cultivar mil 500 acres, y en un momento, mencionó Ted, sus gallinas ponedoras suministraron la mitad de los huevos en Las Vegas.

Nunca fue una vida fácil, pero Ted Gilcrease parecía heredar una reverencia por la tierra de su madre. A medida que se acercaba al final de su vida, quería ver la propiedad tan reducida sobrevivir a la perpetuidad. Según el sitio web del huerto, “encargó a la Junta de Síndicos que primero, preservara el huerto, segundo, lo embelleciera y tercero, proporcionara actividades educativas y recreativas para el público”.

Hoy es operado por una fundación sin fines de lucro, pero esta aún necesita sobrevivir financieramente, y ahí es donde entra Ruben. En los 10 años que ha estado allí, ha ampliado enormemente las ofertas del huerto. El sitio web le informa a los visitantes qué hay disponible, y una aplicación gratuita les ayuda a encontrar lo que buscan una vez que están allí.

“Cuando llegué aquí, tenían calabacín y albaricoques”, recordó Ruben. “No venía aquí por dos cosas, pero saldría con siete”.

Ruben sabe mucho acerca de cómo cultivar en un clima complicado y ha introducido variedades de maduración más rápida para combatir el calor del verano. Hoy, Gilcrease produce sidra, 15 mil galones este año, todos de los árboles del huerto, lo que le ha dado un poco de fama (y está siendo utilizada por Vegas Valley Winery para producir su sidra fuerte), al igual que sus rosquillas de sidra de manzana disponibles por temporada.

¿El cultivo más popular? Calabazas, con el huerto vendiendo medio millón de libras por año. La demanda es tal que supera fácilmente la oferta.

“Cuando llegué aquí, las calabazas se acababan el primer fin de semana”, afirmó Ruben.

¿La solución? Muchas de ellas son traídos desde Utah, donde el clima es un poco más propicio para cultivarlas.

Solo no se lo digas a los niños.

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